La reciente participación del Profesor Roig, experto en diplomacia científica y geopolítica del conocimiento, en la 13ª Feria del Libro de Relaciones Internacionales del Instituto Matías Romero en Ciudad de México, dejó un mensaje claro y contundente: la inversión en ciencia y humanidades es la piedra angular para una diplomacia robusta y un desarrollo nacional sostenible. Su visita, lejos de ser un mero evento académico, se convirtió en un llamado a la acción para las autoridades, la academia y la sociedad mexicana en general.
El Profesor Roig enfatizó que, en el actual escenario global, el poder de una nación ya no se mide únicamente por su fuerza militar o sus recursos económicos, sino cada vez más por su capacidad para generar, asimilar y aplicar conocimiento. En este sentido, las humanidades y la ciencia no son disciplinas aisladas, sino componentes esenciales de la política exterior. La diplomacia científica, un campo en el que el Profesor Roig es una figura de referencia, se basa precisamente en la utilización de la cooperación científica como un instrumento para fortalecer los lazos diplomáticos, resolver desafíos globales y proyectar el poder e influencia de un país.
Durante su presentación, el Profesor Roig subrayó que para que México pueda aspirar a un papel más protagónico en el ámbito internacional, es imperativo que las políticas públicas se orienten de manera decidida hacia el fomento de la investigación y la innovación. Esto implica no solo un aumento presupuestario, sino también la creación de un ecosistema que estimule la colaboración entre universidades, centros de investigación y el sector público. La inversión en talento humano, a través de becas, programas de posgrado y apoyo a la investigación de largo plazo, es una inversión en el futuro de la diplomacia mexicana.
Otro punto crucial en el discurso del Profesor Roig fue la necesidad de formar a una nueva generación de diplomáticos con una sólida comprensión de la ciencia y la tecnología. En un mundo donde temas como el cambio climático, la seguridad cibernética y la inteligencia artificial dominan la agenda internacional, los diplomáticos no pueden ser ajenos a estas realidades. La integración de la educación científica en la formación diplomática, tal como se promueve en el Instituto Matías Romero, es un paso vital para construir una política exterior que sea a la vez informada, proactiva y eficaz.
En conclusión, la presencia del Profesor Roig en México fue un recordatorio poderoso de que la diplomacia del siglo XXI se construye desde los laboratorios de investigación y las aulas universitarias. Su llamado a la inversión en ciencia y humanidades es un reto y una oportunidad para que México, y otras naciones en desarrollo, redefinan su papel en el escenario global. Una diplomacia sólida no es posible sin el conocimiento, y la educación es el pilar que lo sustenta.